Monday, July 30, 2007

del caballo de juguete

Los ojos del caballo de juguete revelan su espanto de ser de cartón.

Pero nadie contesta

Suena el teléfono pero nadie contesta. Oyen el timbre los cuadros, las mesas, el sofá -un poco hundido por su lado-, los visillos, las tazas de café -limpias y colocadas sobre sus platos-, unos bolígrafos, tal vez alfombras, y el cepillo de dientes.

El teléfono deja de sonar. Un ruido metálico me dice que no insista.

Thursday, July 26, 2007

La maldad

La maldad es un fenómeno específicamente humano. Es el intento de regresar al estado pre-humano y de eliminar lo que es específicamente humano: razón, amor, libertad. Pero la maldad no sólo es humana, sino también trágica. Aun cuando el hombre regrese a las formas más arcaicas de experiencia, nunca puede dejar de ser humano; de ahí que no pueda nunca sentirse satisfecho con la maldad como solución.

El animal no puede ser malo; sus actos están de acuerdo con sus tendencias intrínsecas que sirven esencialmente a su interés por sobrevivir.

La maldad es el intento de trascender la esfera de lo humano a la esfera de lo inhumano, pero es profundamente humana porque el hombre no puede convertirse en un animal, como tampoco puede convertirse en "dios".

El mal es la pérdida que de sí mismo sufre el hombre en el intento de escapar a la carga de su humanidad. Y el potencial para el mal es máximo, porque el hombre está dotado de una imaginación que le permite representarse todas las posibilidades para el mal y, en consecuencia, para desear y obrar según ellas.

Monday, July 23, 2007

Toco tu boca

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

La zona oscura

La intimidad de los muertos. Secretos guardados en sus armarios, papeles, estantes. Lo que ni siquiera revelaron a sus íntimos.

El cajón de la mesa donde trabajaba Javier.

De un sobre extraes la foto amarillenta de una muchacha, probablemente su primer amor; una placa con el nombre de “Rayo”, el perro de su infancia; y un plano.

Un croquis del barrio en que viviste con tus padres: tu casa, las calles próximas, la plaza donde aparcabas el coche.

Anotaciones junto al plano: “Suele llegar a la plaza a las nueve. Cuando ella cruce de acera y antes de que suba a su coche, girar marcha atrás hacia la derecha. Conviene que la chica vea el golpe. Asegurarme de que golpeo el faro. A continuación bajar y decirle: -¿Es tuyo el coche? Vaya, lo siento, he roto el faro. Perdona, ahora tengo mucha prisa. Pero esta tarde te llamo y arreglamos lo del seguro. No olvidar pedirle el teléfono. Después llamarla, quedar en una cafetería.”

“La chica” eres tú.

Veinte años sin contártelo, haciéndote creer que vuestro primer encuentro fue casual. Disfrutabas diciendo “nos conocimos por casualidad: gracias a que Javier rompió el faro de mi coche”. Y sin embargo no fue un accidente. Él lo había planeado con detalle: dónde girar, dar marcha atrás, un golpe en el faro… “Perdona, lo siento, qué despiste. Mira, ahora tengo mucha prisa, pero dame tu teléfono y te llamo esta tarde. Tomamos un café y rellenamos el parte del seguro”. Luego más llamadas, citas… Y después, una vida entera juntos.

Trozos de él que no quiso compartir contigo, tal vez con nadie.

Tu voluntad se divide: entre el deseo de saber más y la sensación de allanar un espacio sagrado. Finalmente encuentras un cuaderno de hojas manuscritas, algo parecido a un diario. Si Javier viviera no lo leerías, pero ahora es distinto. ¿Es distinto?

Empiezas a leer su diario pero, en la segunda página, tus pies te llevan a la cocina, enciendes una cerilla y mientras el cuaderno arde te preguntas, como cuando eras niña, de qué color es el fuego.

Saturday, July 21, 2007

Gotas en el parabrisas

cae
la primera gota
en el parabrisas

atentas...
las otras
se abren camino

ahora
como locas...

corren
se rozan
se acarician
se aman

pequeñas gotas
en el parabrisas

Friday, July 20, 2007

Ese paso de danza

Ese paso de danza
de la mujer humilde
delante de su puerta,
con la escoba en la mano,
quiere ser expresión de la alegría,
de ese gozo que lleva, ensimismado,
en el rostro, que mira a su adentros
y sonríe dichoso,
no para nadie, sino porque el alma
se sabe en plenitud,
aunque ella nada sepa, la mujer,
más que vive y que es pobre
y que lleva una escoba entre sus dedos
y un niño que se agarra a su vestido.

Pero ella ahora se muestra
en el umbral de su vivienda, digna
y con un gozo pleno, ensimismado,
levemente inclinada su cabeza
y cerrados los párpados
mas en franca sonrisa fascinada.
Porque todo es un don
y nada merecemos.

Y sus pies con sandalias tan humildes
y desnudos, sin más,
muestran en su quietud
ese paso de danza reverente,
ese otro modo de sonrisa,
de plenitud lograda.

Y sus ropas tan pobres
no desmienten tampoco una belleza
aquí manifestada, sí, en el ser,
que se ofrece en el marco de su puerta
con toda su pobreza,
mas también
con el don cenital de su alegría.

Thursday, July 19, 2007

Ni aquí ni allí

El hombre transciende toda la vida de otro porque es, por primera vez, consciente de la vida de sí mismo. El hombre está en la naturaleza, sometido a sus dictados y accidentes, pero transciende la naturaleza porque carece de la ignorancia o inconsciencia que hace del animal una parte de la naturaleza, como uno con ella. El hombre se encuentra ante el espantoso conflicto de ser prisionero de la naturaleza pero libre en sus pensamientos; de ser una parte de la naturaleza y ser, sin embargo, una rareza de la naturaleza; de, por así decirlo, no estar aquí ni allí.

Tuesday, July 17, 2007

Hice lo que siempre hacía

Ahora que han pasado años me atrevo a contarlo. Regresábamos del entierro de mi madre, un viaje largo, con niños y con el mal sabor de boca de una agria discusión familiar. Despues de meter el coche en el garaje, sin deshacer el equipaje, hice lo que siempre hacía cuando volvía a casa, llamar para decir que habíamos llegado bien, sin darme cuenta de que aquella casa estaba ahora vacía.
-Mamá... - dije, y me contestó una voz de mujer que me parecio cálida:
-Sí, dime, hijo.
Caí inmediatamente en la cuenta y colgué. Supongo que me equivoqué de número.

Donde la rosa estaba

Sólo está el viento donde la rosa estaba,
fría la lluvia donde estaba la hierba,
y nubes como ovejas
trepan por los abruptos
y grises cielos donde la alondra estaba.

No está ya el oro donde tu pelo estaba,
no está el calor donde estaba tu mano,
sino vago, perdido
debajo del espino,
tu espectro está donde tu rostro estaba.

Triste el viento donde estaba tu voz,
lágrimas donde mi corazón estaba,
y ya siempre conmigo,
hijo, siempre conmigo,
sólo el silencio donde estaba la esperanza.

Monday, July 16, 2007

Como joya de carne

Como joya de carne, como rosa de vida, desnuda te sentabas encima de mis piernas; eras como una rosa abierta en un ciprés, como una mariposa en una calavera.

Tuesday, July 10, 2007

A VECES

A veces tengo ganas de ser cursi
para decir: La amo a usted con locura.
A veces tengo ganas de ser tonto
para gritar ¡La quiero tanto!
A veces tengo ganas de ser niño
para llorar acurrucado en su seno.
A veces tengo ganas de estar muerto
para sentir, bajo la tierra húmeda de mis jugos,
que me crece una flor, rompiéndome el pecho
una flor, y decir: Esta flor,
para usted.

Monday, July 09, 2007

ABUELITA


Cuando llegué a casa de mis abuelos, corrí hasta la ventana para ver si estaban en el huerto, como siempre, y vi a mi abuelita que venía hacia la casa por el pequeño camino de cemento, entre las fresas. Llevaba con ella a "Bunny", pero no lo tenía en el regazo, sobre el viejo delantal de cuadros; lo llevaba cogido por los pies y "Bunny" se movía incómodo. Iba a gritarle que había traído hojas de lechuga y zanahorias, cuando levantó a "Bunny" estirando el brazo y con la otra mano le dio un golpe en la cabeza, una especie de golpe de kárate, pero el conejo se movió y entonces le dio otros tres golpes seguidos, usando la mano como un hacha. Y "Bunny" dejó de moverse. Mi abuelita bajó los brazos, metió una mano en el bolsillo del delantal y se volvió para llamar a mi abuelo, que estaba hablando con un vecino. Luego siguió caminando lentamente hacia la casa. Yo me fui corriendo y me encerré en el 850 de mi padre. Bajé todos los pestillos.

Friday, July 06, 2007

Impuro

Yo no voy a decirte que soy un hombre puro,
entre otras cosas
falta saber si lo puro existe
o si es, pongamos, necesario
o posible
o si sabe bien.
¿Acaso tú has probado el agua químicamente pura,
el agua de laboratorio,
sin un grano de tierra o de estiércol,
sin el pequeño excremento de un pájaro,
el agua hecha no más de oxígeno e hidrógeno?
Puaj, qué porquería.
Yo no te digo, pues, que soy un hombre puro.
Soy impuro, ¿qué quieres que te diga?
Completamente impuro.
Sin embargo
creo que hay muchas cosas puras en el mundo
que no son más que pura mierda.

Tuesday, July 03, 2007

La vida según Adán

Enfermó Adán el primer invierno después de su salida del paraíso y asustado con los síntomas, la tos, la fiebre, el dolor de cabeza, se echó a llorar igual que años más tarde lo haría María Magdalena, y dirigiéndose a Eva, "no sé que me ocurre" gritó, "tengo miedo", "amor mío, ven aquí, creo que ha llegado la hora de mi muerte".

Eva se sorprendió mucho al oír aquellas palabras, amor, miedo, muerte y le pareció que pertenecían a una lengua extraña, ajena al paradisiaqués, y anduvo con ellas en la boca, masticándolas como pepitas, como raíces, hasta que creyó, amor, miedo, muerte, comprender enteramente su sentido. Para entonces Adán ya se había repuesto, y volvía a sentirse feliz, o casi.

Fue sólo, aquel hecho extraparadisíaco, el primero de una larga serie, de modo que Adán y Eva siguieron, por así decir, recibiendo clases intensivas de la lengua que decía amor, miedo, muerte, aprendiendo palabras como cansancio, sudor, carcajada, carcaj, carcamal, canción, caricia, cárcel. A medida que crecía su vocabulario, las arrugas de su piel aumentaban.

La hora de la muerte, la verdadera, le llegó a Adán siendo ya viejo, y quiso entonces transmitir a Eva lo que había aprendido, su última verdad. "¿Sabes, Eva?", le dijo, "la pérdida del paraíso no fue en realidad una desgracia. A pesar de los trabajos, a pesar de lo del pobre Abel y los demás conflictos, hemos conocido lo único que, noblemente hablando, puede llamarse vida".

Sobre la tumba de Adán se derramaron lágrimas corrientes, de agua y sal, que cayeron a tierra y no criaron jacintos, ni rosas, ni flores de ninguna clase, y de todos ellos fue Caín el que con más desgarro lloró. Luego Eva recordó con cariño el susto de Adán cuando su primera gripe, y todos se calmaron, y se fueron, tomaron algo, comieron un bollo...

Monday, July 02, 2007

El ser que fuimos

La mejor parte de nuestra memoria está fuera de nosotros, en una brisa húmeda de lluvia, en el olor a cerrado de un cuarto o en el perfume de una primera llamarada: allí dondequiera que encontremos esa parte de nosotros mismos de que no dispuso, que desdeñó nuestra inteligencia, esa postrera reserva del pasado, la mejor, la que nos hace llorar una vez más cuando parecía agotado todo el llanto. ¿Fuera de nosotros? No, en nosotros, por mejor decir; pero oculta a nuestras propias miradas, sumida en un olvido más o menos hondo. Y gracias a ese olvido podemos de vez en cuando encontrarnos con el ser que fuimos y situarnos frente a las cosas lo mismo que él; sufrir de nuevo, porque ya no somos nosotros, sino él, y él amaba eso que ahora nos es indiferente.



(dE mARCEL pROUST, "a lA sOMBRA dE lAS mUCHACHAS eN fLOR", SEGUNDO LIBRO DE LA OBRA EN SIETE VOLÚMENES "eN bUSCA dEL tIEMPO pERDIDO")

Baeza

Apenas le interesaban la literatura y la filosofía. Sólo coincidía con él en su pasión por la naturaleza y en el desaliño indumentario. Sus conversaciones trataban sobre todo de árboles y plantas. Le asombraba que un profesor de francés supiera tanto de álamos, acacias, encinas, olmos... Le oía como a un entusiasta de la botánica. Eso decía, aunque yo no me lo creo. En medio, alguna alusión dolorida a Leonor, su desplome reciente. Entonces era sólo un compañero de claustro que componía versos, no el escritor afamado que fue después. Me contó que le había dejado ver algunos de sus poemas, escritos a mano, parte de los cuales apareció luego en la segunda edición de Campos de Castilla. También decía que una vez leyó una frase cenital, un verso suelto en una hoja suelta, entre sus papeles. Tuvo que ser antes de 1919, fue entonces cuando dejó aquel Instituto. Eso significaría que dispuso de veinte años para continuar el poema, pero no lo hizo. Puede que no quisiera seguir, que no encontrara palabras a la altura del inicio; o puede que, simplemente, sea un epílogo acabado, completo e inédito durante dos décadas. El verso al que se asía en el último derrumbe, “estos días azules y este sol de la infancia”.

(dE sAIZ dE mARCO, EN "eSTE sOL dE lA iNFANCIA")