Friday, February 16, 2007

Aquí tu madre y yo

Aquí, tu madre y yo, hijo, entre biombos, entre cocinas apagadas, entre anuncios, letra menuda y medicinas, qué solos, qué sin juntura, y el universo, que organizaba sus mayúsculas en torno a ti, y ahora es como el resto disperso de un naufragio. La vida asesinándote se ha dado muerte a sí misma, ha perdido su sentido y paga su crimen en tardes de sol en las que nadie cree y anocheceres de niebla donde nadie es feliz… Sillas de paja infantil, graves mecedoras, caballos de crin celeste me preguntan por ti, se preguntan por ti.

De tanto era capaz tu presencia

Madre, tú lo hiciste pequeño, tú fuiste quien lo empezó: para ti fue nuevo, tú colocaste sobre los ojos nuevos el mundo amistoso y retiraste el extraño. ¿Dónde quedaron los años en que apartabas de él, con sólo tu delgada figura, al caos que bulle? Así le ocultaste muchas cosas; el cuarto, sospechoso en las noches, se lo hiciste inofensivo; con tu corazón lleno de refugio añadiste a su espacio nocturno un espacio más humano. No en la oscuridad, no, sino dentro de tu ser más cercano, pusiste la lámpara que brillaba surgida de la amistad. En ningún lugar ni un crujido que no explicaras sonriendo, como si desde mucho tiempo atrás supieras cuándo las tablillas del suelo se comportan así. Y el te escuchó y se sosegó. De tanto era capaz tiernamente tu presencia.

Arrullar

¿Podría arrullar a esa niña meciéndola
con estas manos frías
empapadas de sol de otoño?

Duerme, duerme. Me alivias tanto.
A mí mismo me arrullo
cuando te duermo.

Friday, February 09, 2007

Sufro como hombre

Sufro como hombre, a la medida del hombre, con mis recursos y mi mecánica de hombre, pero dentro de mí, dentro de ese sufrimiento, hay algo más sufriente, una pulpa casi submarina de sollozo, un fondo último y retráctil de dolor al que temo descender, que no me atrevo a tocar. Es ya un sufrimiento como vegetal, el gemido de la flor rota, un dolor no humano, un miedo anterior al hombre, una medusa de espanto, no sé. Lo más sensible y doliente de lo vivo, el cartílago marino y vegetal, sin otra conciencia que el dolor, donde algo pulsa infinitamente, muy por debajo de mi dolor racional, mediocre, de hombre que sufre.

Monday, February 05, 2007

Nadie sabe que por eso está vivo

Nadie es perfecto, claro, y nadie sabe
que por eso está vivo, que le debe
la vida a sus defectos, que vivir
es tarea de astutos, de cobardes.


Si hemos sobrevivido a aquel dolor
que amenazaba con aniquilarnos
es porque no supimos sufrir como queríamos
y fuimos incapaces de fallecer en él.
O fue la vida, que se ama a sí misma
más que nosotros, la que lo impidió.


El miedo es, a menudo, un buen refugio.
La pereza protege. La cobardía salva.
Quizá exagero para que me entiendas:
si seguimos viviendo lo debemos
a no saber sentir, al deterioro
de nuestro asombro, al miedo
y a la astucia de los supervivientes.


Yo sé bien que la muerte se enamora
de los mejores, que se los lleva pronto.
Los demás olvidamos si podemos
que no somos lo que desearíamos,
que la memoria inventa lo vivido
para ayudarnos a seguir viviendo.


Todo nuestro saber es nuestra astucia
en adaptarse al medio, en ir tirando,
en adaptarse al miedo, en no morir.
Y así nos va, nos vamos
perdiendo el tiempo, devorando días
y llevando la vida que podemos
por no saber llevar la que soñamos.