Wednesday, September 24, 2008

Después de amarnos

Cuando, después de amarnos, te coges el cabello
desordenado, ¡cómo son de hermosos tus brazos!
Como en un libro abierto, surge la letra negra
de tus axilas, fina, dulce sobre lo blanco.

Y en el gesto violento se te abren los pechos
y los pezones, tantas veces acariciados,
parecen, desde lejos, más oscuros, más grandes...
el sexo se te esconde, más pequeño y más blando...

¡Oh, qué desdoblamiento de cosas!
Luego, el traje
lo torna todo al paisaje cotidiano,
como una madriguera en donde se ocultaran,
lo mismo que culebras, pechos, muslos y brazos.

Tuesday, September 23, 2008

Para mí, una brizna de hierba...

Para mí, una brizna de hierba no vale menos que la
tarea diurna de los astros,
e igualmente perfecta es la hormiga, y así un grano de
arena y el huevo del jilguero;
y la rana arbórea es una obra maestra, digna de
egregias personas,
y la mora pudiera adornar los aposentos del cielo,
y en mi mano la articulación más menuda se ríe
de todas las máquinas,
y la vaca, rumiando con inclinada testuz, es más bella
que cualquier escultura;
y un ratón es un milagro capaz de asombrar a millones de
infieles.

Thursday, September 18, 2008

Oh capitán, mi capitán

¡Oh, capitán!, ¡mi capitán!, nuestro espantoso viaje ha terminado.
La nave ha salvado todos los escollos.
Hemos ganado el premio que anhelábamos.
El puerto está cerca. Oigo las campanas, el pueblo entero regocijado
mientras sus ojos siguen firme la quilla, la audaz y soberbia nave.
Mas, ¡oh corazón!, ¡corazón!, ¡corazón!
Oh rojas gotas que caen
allí donde mi capitán yace, frío y muerto.

¡Oh, capitán!, ¡mi capitán!, levántate y escucha las campanas.
Levántate. Por ti se ha izado la bandera, por ti vibra el clarín.
Para ti ramilletes y guirnaldas con cintas.
Para ti multitudes en las playas.
Por ti clama la muchedumbre, a ti se vuelven los rostros ansiosos:
¡Ven, capitán! ¡Querido padre!
¡Que mi brazo pase por debajo de tu cabeza!
Debe ser un sueño que yazcas sobre el puente,
derribado, frío y muerto.

Mi capitán no contesta, sus labios están pálidos y no se mueven.
Mi padre no siente mi brazo, no tiene pulso ni voluntad.
La nave, sana y salva, ha anclado. Su viaje ha concluido.
De vuelta de su espantoso viaje, la victoriosa nave entra en el puerto.
¡Oh playas, alegraos! ¡Sonad, campanas!
Pero yo, con pasos tristes,
recorro el puente donde mi capitán yace,
frío y muerto.

Wednesday, September 17, 2008

Canción de amor de la joven loca

Cierro los ojos y el mundo muere;
levanto los párpados y otra vez nace todo.
(Creo que te inventé en mi mente.)

Las estrellas salen valseando en azul y rojo,
sin sentir galopa la negrura.
Cierro los ojos y el mundo muere.

Soñé que me hechizabas en la cama.
Cantabas el sonido de la luna, me besabas locamente.
(Creo que te inventé en mi mente).

Dios cae del cielo, las llamas del infierno se debilitan:
Escapan serafines y soldados de satán:
Cierro los ojos y el mundo muere.

Imaginé que volverías como dijiste,
pero crecí y olvidé tu nombre.
(Creo que te inventé en mi mente.)

Debí haber amado al pájaro de trueno, no a ti;
al menos cuando la primavera llega ruge nuevamente.
Cierro los ojos y el mundo muere.
(Creo que te inventé en mi mente.)

Monday, September 01, 2008

Dactilografía

Trazo, solo, en mi cubículo de ingeniero, el plano,
firmo el proyecto, aislado aquí,
remoto hasta de quien yo soy.
Al lado, acompañamiento banalmente siniestro,
el tic-tac que estalla de las máquinas de escribir.
¡Qué nausea de vida!
¡Qué abyección esta regularidad!
¡Qué sueño este ser así!
Hace tiempo, cuando fui otro, eran castillos y caballeros
(ilustraciones, tal vez, de cualquier libro de la infancia).
Hace tiempo, cuando fui fiel a mi sueño,
eran grandes paisajes del Norte, explícitos de nieve,
eran grandes palmares del Sur, opulentos de verdes.
Hace tiempo.
Al lado, acompañamiento banalmente siniestro,
el tic-tac que estalla de las máquinas de escribir.
Todos tenemos dos vidas:
la verdadera, que es la que soñamos en la infancia,
y que continuamos soñando, adultos, en un substrato de niebla;
la falsa, que es la que vivimos en convivencia con otros,
que es la práctica, la útil,
aquélla en la que acaban por meternos en un cajón.
En la otra no hay cajones ni muertes,
sólo hay ilustraciones de la infancia:
grandes libros coloreados, para ver y no leer;
grandes páginas de colores para recordar más tarde.
En la otra somos nosotros,
en la otra vivimos;
en ésta morimos, que es lo que vivir significa;
en este momento, por la náusea, vivo en la otra…
Pero al lado, acompañamiento banalmente siniestro,
alza la voz el tic-tac que estalla de las máquinas de escribir.

Víspera de viaje

Víspera de viaje, campanilla...
¡No me avisen con excesiva estridencia!

Quiero disfrutar del reposo de la estación del alma que tengo
antes de ver avanzar hacia mí la llegada de hierro
del tren definitivo,
antes de sentir la partida verdadera en la boca del estómago,
antes de poner en el estribo un pie
que nunca aprendió a no emocionarse siempre que tuvo que partir.
Quiero, en este momento, fumando en el apeadero de hoy,
seguir todavía un poco agarrado a la antigua vida.
Vida inútil, que sería mejor dejar, que es una celda…
¿Qué importa?
Todo el Universo es una celda, y estar preso no tiene nada que ver con el tamaño de la celda.

Me sabe a náusea próxima el pitillo. El tren ya partió de la otra estación...
Adiós, adiós, adiós, a todos los que no vinieron a despedirse de mí,
mi familia abstracta e imposible.
¡Adiós día de hoy, adiós apeadero de hoy, adiós vida, adiós vida!
Quedarme como un bulto con etiqueta olvidado,
en un rincón del resguardo de pasajeros del otro lado de la vía.
Ser encontrado por el guarda casual después de la partida
«¿Y ésta? ¿Se la habrá dejado un tipo aquí?»
Quedarse pensando solo en partir,
quedarse y tener razón,
quedarse y morir menos...

Voy hacia el futuro como hacia un examen difícil.
¿Si el tren nunca llegara y Dios se apiadara de mí?

Ya me veo en la estación, hasta aquí simple metáfora.
Soy una persona perfectamente presentable.
Se nota -dicen- que he vivido en el extranjero.
Mis modales son de hombre educado, evidentemente.

Tomo la maleta, rechazando al mozo, como a un vicio vil.
Y la mano con que tomo la maleta me tiembla.

¡Partir!
Nunca volveré,
Nunca volveré porque nunca se vuelve.
El lugar al que se vuelve siempre es otro,
la estación a la que se vuelve es otra.
Ya no está la misma gente, ni la misma luz, ni la misma filosofía.

¡Partir! ¡Dios mío, partir! ¡Me da miedo partir!...