Tuesday, December 05, 2006

nuestro dios se llama Abraxas

-Desde hace un año sientes en ti un instinto, que pasa por «prohibido», más fuerte que todos los demás. Los griegos y muchos otros pueblos, en cambio, han divinizado este instinto y lo han venerado en grandes fiestas. Lo «prohibido» no es algo eterno; puede variar. También hoy cualquiera puede acostarse con una mujer si antes ha ido al sacerdote y se ha casado con ella. En otros pueblos es de otra manera. Por eso cada uno tiene que descubrir por sí mismo lo que le está prohibido. Se puede ser un gran canalla y no hacer jamás algo prohibido. Y viceversa. Probablemente es una cuestión de comodidad. El que es demasiado cómodo para pensar por su cuenta y erigirse en su propio juez, se somete a las prohibiciones, tal como las encuentra. Eso es muy fácil. Pero otros sienten en sí su propia ley; a esos les están prohibidas cosas que los hombres de honor hacen diariamente y les están permitidas otras que normalmente están mal vistas. Cada cual tiene que responder de sí
mismo.

De pronto, como si se arrepintiera de haber hablado tanto, enmudeció…

Recuerdo otra escena que viví con Max Demian en aquellos tiempos aún semiinfantiles y que me impresionó vivamente. Se acercaba la fecha de nuestra confirmación. Las últimas clases de religión trataban de la comunión. El pastor dio mucha importancia al tema, cuidó mucho sus explicaciones y consiguió que en estas últimas clases hubiera un cierto ambiente de unción religiosa. Sin embargo, precisamente entonces mis pensamientos se concentraban en otra cosa: en la persona de mi amigo. Esperando la confirmación, que se nos explicaba como solemne acogida en la comunidad de la Iglesia, yo pensaba constantemente que el valor de aquel medio año de enseñanza religiosa no estaba en lo que había aprendido sino en la proximidad e influencia de Demian. No me preparaba a ser recibido en la Iglesia, sino en algo muy distinto: en una orden del pensamiento y de la personalidad que tenía que existir sobre la tierra y cuyo enviado o emisario consideraba yo a mi amigo. Intenté rechazar aquella idea porque sería vivir, a pesar de todo, la ceremonia de la confirmación con cierta dignidad, que me parecía poco compatible con mis nuevos pensamientos. Pero fue en vano: el pensamiento estaba ahí y lentamente se fue uniendo al de la cercana ceremonia religiosa. Estaba dispuesto a celebrarla de manera distinta a los demás.

No puedo resumir en pocas palabras lo que el extraño músico Pistorius me enseñó
sobre Abraxas. Lo más importante que aprendí de él fue a dar un nuevo paso en el
camino hacia mí mismo. Yo era entonces, con mis dieciocho años, un chico poco
corriente, precoz en unos sectores y muy retrasado y desorientado en otros. Cuando me comparaba con los demás, me sentía unas veces orgulloso y satisfecho de mí mismo
pero otras deprimido y humillado. Unas veces me consideraba un genio, otras un loco.
No conseguía compartir las alegrías y la vida de mis compañeros, y me hacía reproches y cábalas como si estuviera irremediablemente separado de ellos y se me negara la vida. Pistorius, que era un extravagante declarado, me enseñó a tener valor y respeto de mí mismo. Él me dio ejemplo encontrando siempre algo valioso en mis palabras, sueños, fantasías y pensamientos, que tomaba siempre en serio y discutía con interés.

-Me ha dicho usted que le gusta la música porque no es moral. De acuerdo. ¡Entonces, no tiene usted que empeñarse en ser moralista! No debe compararse con los demás; y si la naturaleza le ha creado como murciélago, no pretenda ser un avestruz. A veces se considera raro, se acusa de andar por otros caminos que la mayoría. Eso tiene que olvidarlo. Mire al fuego, observe las nubes; y cuando surjan los presagios y comiencen a hablar las voces de su alma, entréguese usted a ellas sin preguntarse
primero si le parece bien o le gusta al señor profesor, al señor padre o a no sé qué buen Dios. Así uno se estropea, desciende a la acera y se convierte en fósil. Querido Sinclair, nuestro dios se llama Abraxas, y es dios y diablo; abarca el mundo oscuro y el claro. Abraxas no tiene nada que objetar a ninguno de sus pensamientos, a ninguno de sus sueños. No lo olvide. …No hay que temer nada ni creer ilícito nada de lo que nos pide el alma.

Asustado, objeté:

-¡Pero no se puede hacer todo lo que a uno le apetece! ¡No se puede matar a un
hombre porque a uno le resulta desagradable!

Se acercó más a mí:

-En determinadas circunstancias se puede hasta eso. Pero la mayoría de las veces se
trata de un error. Yo no digo que usted haga todo lo que le pase por su mente. No. Pero tampoco debe usted envenenar las ideas, reprimiéndolas y moralizando en torno a ellas, porque tienen su sentido. En vez de clavarse a sí mismo o a otro en una cruz, se puede beber vino de una copa con pensamientos elevados, pensando en el misterio del sacrificio. Se puede también, sin estas ceremonias, tratar los propios instintos, las llamadas tentaciones de la carne, con amor y respeto; entonces nos descubren su sentido porque todas tienen sentido. Cuando se le vuelva a ocurrir algo muy aberrante o pecaminoso, Sinclair, cuando desee de pronto matar a alguien o cometer no sé qué monstruosidad inconmensurable, piense un momento que es Abraxas el que está fantaseando en su interior. El hombre a quien quiere matar nunca es fulano o mengano; seguramente es sólo un disfraz. Cuando odiamos a un hombre, odiamos en su imagen algo que se encuentra en nosotros mismos. Lo que no está dentro de nosotros mismos no nos inquieta.

Nunca había dicho Pistorius nada que me llegara tan hondo. No pude contestar nada.

1 comment:

indecible said...

tOMADO DE "dEMIAN", POR hERMAN hESS