Friday, June 13, 2008

Esa mano

Esa mano, que se aferra a un bolígrafo como a un clavo ardiendo, se aferró en un tiempo remoto al tirante del sujetador o del camisón de una mujer, mientras la boca del recién nacido buscaba a ciegas un pezón. Más tarde, cuando su dueño braceaba satisfecho en el interior de la cuna, aleteó delante de sus ojos como un pájaro inexperto. Con ese pájaro exploró cada uno de los rincones de su ser, incluidas las remotas ingles, la boca húmeda, los misteriosos oídos. Esa mano llevó consuelo al sexo, pan a la boca, caricias al novio o a la novia. Abrió grifos, puertas, encendió luces, reparó heridas, dibujó adioses en el aire, batió huevos, cosió dobladillos, apagó fuegos, aplicó cremas. Tal vez pegó. Esa mano escribió dictados y anotó números de teléfono. Por ella pasaron monedas y billetes, telegramas y cartas. Arrojó piedras, abrochó botones, sus dedos calcularon la profundidad de una arruga en la ropa, quizá en el cuerpo. Conoció el tacto del agua y de la tierra, el peso de un libro y el de una taza de café. Sabía cosas que la cabeza de su dueño ignoraba, como el número de teléfono de mamá o la disposición de las letras en el teclado del ordenador. Esa mano.

4 comments:

indecible said...

uNKNOWN aUTHOR (aNONYMOUS).

Yahuan said...

Yo creo que somos much@s los que valoramos nuestras manos; pero me parece que pocoas veces nos damos cuenta de las dimensiones a las que se llega (y esto es aplicable a muchos más aspectos de nuestras vidas)

Saludando

Anonymous said...

Me parece que esto es de Juan José Millás y salió publlicado en El País "Piji" (o sea, el suplemento dominical de El País).

zUmO dE pOeSíA (emilia, aitor y cía.) said...

Todo artista tiene su cuota de originalidad, de magia personal o de genio creativo. Es siempre una cuota limitada, que antes o después se cubre y extingue. Puede pasar con la primera obra o más tarde, pero llega un momento en que su frescura se completa y termina. En que el depósito se acaba. En que el filón se agota. Después el artista puede repetirse en sus obras, autoimitarse, autocopiarse, volver a decir lo mismo bajo otra aparente envoltura o con otra falsa variante...; pero la originalidad de su voz ya se apagó. No, decididamente no se puede ser gran artista toda la vida.

(RAFAEL BALDAYA)